De la enajenación y los sueños

En el siglo XIX se le comenzó a llamar alienistas a los profesionales que, trabajando en instituciones médicas de enfermedades mentales, trataban a las personas con estos trastornos. Lo curioso del nombre proviene de la idea de que tales enfermos eran considerados alienados de su propio ser, lo que en la época era una forma de decir, ajenos a las convenciones sociales al uso.

Estamos hablando de Europa, claro está. En otras geografías, la relación de la sociedad con personas de comportamientos socialmente atípicos podía ser muy variada. En no pocas culturas, por ejemplo, las personas con propensión a alucinar eran tomadas como profetas o, al menos, personas a las que se les había otorgado la capacidad de comunicarse con una supuesta «realidad» más allá de la nuestra. En esa medida, podían ser respetados, temidos, admirados, perseguidos, arrimados al poder.

Algunos de los grandes personajes, entre ellos fundadores de religiones, eran alucinadores y, en consecuencia, sus alucinaciones tuvieron la suerte de volverse colectivas en un complejo entramado dinámico, favorecido por el contexto social en que nacieron y luego hechos instrumentales al devenir histórico que les siguió.

Claro está, en la disociación que necesariamente se da entre realidad y alucinación, hay un elemento ineludible de alienación. La alienación ha sido foco de montañas de estudios, filosóficos y de otro de tipo, desde hace ya un buen tiempo.

Fue central a la obra de Marx, y desde allí a escuelas de pensamiento marxista. El descubrimiento de que la enajenación del producto del trabajo de su productor, es esencial en la comprensión de las sociedades modernas y posmodernas. Pero no se reduce al capitalismo.

De la poca asimilada obra que nos dejó el Che, hay pasajes en los que el Comandante se refiere a la alienación, tal como la comenzaba a percibir, en el esfuerzo por construir una sociedad socialista. No se trataba ya de la condena por oficio de las herencias obligadas del pasado neocolonial burgués, sino de nuevos peligros.

El Che señalaba cómo, incluso, en la presión social por avanzar determinados valores colectivos, se podía provocar enajenación en el individuo. Tal era el caso de convertir, por ejemplo, el trabajo voluntario en una obligación por compulsa social.

Cualquier sociedad que se proponga la superación del capitalismo tiene que plantearse el hallar solución al problema de la enajenación social que se realiza a través del individuo. Mientras haya un divorcio entre la reproducción material de la sociedad y la apropiación de ese producto, habrá una enajenación sistémica a la sociedad.

El capitalismo, como ninguna sociedad anterior, instrumentalizó la enajenación, desnudándola de todo accesorio. No hay medida más objetiva y a la vez más descarnada del grado de enajenación de una sociedad que la función que en ella tiene el dinero.

El dinero, entre muchas otras cosas, es la expresión más acabada del divorcio entre el producto del trabajo y el productor. Y aquí productor no se refiere solo al obrero, sino que comprende toda la actividad humana, incluyendo las culturales.

Al reducir en la sociedad la medida de todo al dinero, los individuos sienten que todo lo que hacen y todo acto humano que de él se deriva, es decir todo lo que los define como ser, está marcado por la soledad. Una soledad que proviene de la certeza de que todo valor intrínseco a su obra será ahogado cuando se le reduce a su valor monetario.

Zapatos, vestidos, autos, casa, música, poesía, pintura, novelas, esculturas, teatro, cine, danza; educación, salud, deportes, esparcimiento, matrimonio, amistad, vecindad, familia, aspiraciones, sueños, horizontes, todo en la sociedad termina mediándose y midiéndose en términos del dinero.

Esa es la razón por lo que uno de los primeros actos descolonizadores de la Revolución fue contenderle al dinero su función hegemónica. Por eso, esa propuesta de reducirle al dinero su función mediadora absoluta es uno de los actos más subversivos de la Revolución. Y si bien es cierto que mientras no se complete el tránsito fuera del capitalismo el dinero estará ahí, como una realidad objetiva, todo lo que se retroceda en lo que se había logrado en quitarle cuotas crecientes de hegemonía, será movernos en sentido opuesto a la sociedad que nos proponemos construir. No nos lo podemos permitir.

He aquí, como revolucionarios, el acto de descolonización cultural más audaz que nos podamos proponer.

Fuente: https://www.granma.cu/mundo/2024-07-21/de-la-enajenacion-y-los-suenos-21-07-2024-21-07-56

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