En medio de la ola de calor que azota al hemisferio norte global, el gobernador de Texas, Greg Abbot, ha firmado como ley la propuesta 2 127, que elimina regulaciones que obligaban a los empleadores, en el sector de la construcción, a dar a sus trabajadores tiempo para ir a tomar agua. La propuesta, hecha por el republicano Dustin Burrows, ya había sido aprobada en el Congreso de ese estado, y se justificaba en que los recesos para tomar agua afectaban la productividad del trabajo.
No crean que se trataba de organizar un relajo laboral. Regulaciones como las de Austin y Dallas apenas hacían obligatorio darles a los trabajadores, laborando al sol, recesos de diez minutos cada cuatro horas. Estas normas quedan, de esta forma, abolidas. Parece que diez minutos de receso cada cuatro horas, para personas en duros trabajos físicos, al sol, es demasiado pedir para los burgueses.
Esta ley se pasa, precisamente, en el estado con mayor número de muertes laborales por altas temperaturas. Hay reportadas 42 muertes en una década, por insolación, pero se considera que la cifra es mucho más alta, pues las muertes por otras causas vinculadas con el calor no son registradas como tales. El Texas Tribune reportó que sus análisis de data apuntan a 279 muertes por calor solo en 2022.
La medida afecta, fundamentalmente, a los migrantes latinoamericanos, que constituyen el 60 % de los obreros de la construcción en ese estado. De acuerdo con un estudio de NPR/Columbia, los trabajadores de origen latino constituyen un tercio de las muertes por calor.
La ley no trata solo sobre los recesos de trabajadores que laboran en condiciones extremas; también restringe la capacidad legal de los gobiernos locales para establecer protecciones en las áreas laborales, de explotación de recursos naturales o restricciones ambientales a los negocios. Ello incluye que no se podrán establecer ordenanzas que limiten el ruido ambiental que producen determinadas labores en zonas urbanas, o que den protección local contra especies agrícolas invasivas.
También elimina regulaciones locales que obligan a los empleadores a pagar licencias por enfermedades laborales, a garantizar entrenamiento de seguridad para los empleados en la construcción, y salarios mínimos en proyectos de construcción municipales.
La ley fue apoyada por la Federación Nacional de Negocios Independientes, una organización de empleadores, es decir, de burgueses.
El representante demócrata Greg Casar está empujando una legislación para que el Gobierno federal establezca protecciones que restauren los recesos obligatorios que derogó la ley estatal recién firmada: «Todos merecen un receso para tomar agua. Trabajar no debería ser una sentencia de muerte», argumentó.
Ana González, de la central de trabajadores AFL-CIO, considera que se trata de un problema humanitario: «Estamos hablando de un derecho humano», sentenció.
Pero de acuerdo con Burrows, el proponente de la ley, no se trata de la salud de los trabajadores, sino de las regulaciones excesivas de las «autoridades municipales progresistas», que les hacen daño a los negocios.
Pero no piensen que el gobernador Abbot está contra el derecho a la vida. El republicano firmó una de las leyes más restrictivas de Estados Unidos contra el aborto: «Todos ustedes son salvadores de vidas, y miles de niños recién nacidos son el resultado de sus heroicos esfuerzos», les manifestó, en el Rally for Life, a activistas contra el derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo.
Eso sí, que a ninguno de esos niños, cuando crezcan, se les ocurra pedir un vaso de agua mientras trabajan al sol. Ese derecho, el Gobernador se los ha negado.
Fuente: https://www.granma.cu/pensamiento/2023-12-13/el-derecho-a-un-vaso-de-agua-13-12-2023-01-12-35